El verano se viene con todo brillante, el flúor será la vedette y los colores que la acompañarán no será de contrastes, ¿resaltarán más los colores que las modelos?

Lo colores que son para los jóvenes, se viene el blanco, naranja, amarillo, colores que se dice que “engordan”.

Me gusta la idea, era hora que surgiera la rebelión contra los clises de la gordura, si somos gordas, no tiene nada de malo.

Los gordos y gordas merecen el derecho a elegir cómo ser, sin que los estén mirando cada vez que se meten un postre.

El asunto, disfrazado de salud, tiene más que ver con la moda que otra cosa.

Es por tu salud, le dicen a los o las gordos, gordas, pero en realidad lo que molesta es la estética.

Conozco personas maravillosas con un exceso de peso que hace incómodo quererlas, pero no por la estética, sino porque vas por donde vayas y la gente se queda mirándolas como fenómenos de circo.

Al negro o al chino, se lo mira porque es distinto, es extraño, mirarlos es un acto de curiosidad, nos sorprendes rasgos o colores que nos son ajenos, en muchos casos nos fascinan porque son distintos. Pero al gordo se lo mira con rechazo, con desprecio, cuando no con burla.

Y la moda, usualmente, se inclina por dejarlos afuera.

Este año, el flúor, las plataformas de corcho, los colores claros, o eléctricos, como el azul Francia o el rojo tomate, las carteras gigantes, configuran un combo que deja afuera a la mayoría de las mujeres.

Es una moda que evidentemente privilegia a la juventud.

Me pregunto por qué. Los jóvenes no son el sector poblacional que tiene más recursos económicos, aunque sí se sabe que gastan mucho dinero en ropa.

Pero entonces, por qué la moda se inclina por ese sector.

De nuevo por la moda. Está de moda fingir que se es joven, a cualquier edad. Las señoras, señores de cualquier edad, se suman a la moda para parecer, aunque no se sea.

En qué locura irreversible nos metimos que nuestros modelos del buen vivir circula por las apariencias en vez de por algo más sólido.

¿Hay algo más sólido?

Bajo el lema la vida es corta y es una sola, sostener el valor que tenemos de nuestra persona en el aspecto parece la salida más fácil.

Es así que muchos y muchas se pasan la vida mirándose el ombligo y el ombligo ajeno, y no perdonan cuando los ombligos son más profundos de lo que estéticamente conviene.

Esta es una reflexión para congratularme sobre mi propia visión, en la que el tamaño del ombligo me tiene sin cuidado y las personas me merecen aprecio por su inteligencia y bondad, sin que me importe si eso viene en un envase de corcho y flúor.